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152 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. bosque. Le placía contemplar los árboles, a la sazón todos reverdecidos. Le agradaba en gran manera es– cuchar el ·canto de los pájaros y el susurro de la ar– boleda. El aire puro del campo penetraba en sus pulmones y tonificaba su cuerpo. Recorriendo el bosque con sus acompañantes se acerca al nogal gigantesco. Como movido por divina inspiración mostró deseos de que le acomodasen una celdita en las ramas mismas del árbol. El conde hizo que cuanto antes fuera complacido. y así le hicieron una cabaña de ramaje, la que fue cubierta con un tejadillo de juncos. Allí instalado, Fray Antonio pasó los últimos días de su vida. No parece sino que quería dejar la tierra y vivir cerca del cielo, aquellos días plenos de vida sobrenatural, de ansías de Dios, de aspiraciones de la vida eterna. Transcurría todo el día en su celdita de ramaje y también toda la noche, excepto un rato por la ma– ñana, en que bajaba a celebrar la santa misa. Igual– mente bajaba a la hora de la refección para comer con los demás hermanos y así no serles gravoso en llevársela. Su cuerpo iba desfalleciendo de día en día : pero su alma se fortalecía con la divina caridad. Su vida era ya completamente celestial. El pensamiento de Dios y del cielo no se apartaban un momento de su mente.

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