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ANGEL DE PAZ 149 realidad en muchas almas, para las cuales son inútiles todos los medios de conquista para el reino de Dios. Fray Antonio ya estaba agotado. La enfermedad se iba agravando por momentos. Necesitaba volver a su reposo. Su espíritu también apetecía el retiro, a fin de volver a gozar a sus anchas de la divina con– templación. Buscaba la soledad para respirar la at– mósfera de la cercanía de Dios. Y el Señor accedió a sus deseos. El Conde Tisso le invitó de nuevo a gozar del apetecido retiro en Camposampiero, rodeado de un ameno bosque. Allí se dirigió el Santo. Era el 30 de mayo, quince días antes de su muer– te. Siguiendo el camino que lleva a Camposampiero llegó a una colina que domina a Padua. En aquella altura se detuvo un momento. Contempló el pano– rama que le ofrecía Padua. Vio sus torres, sus pa– lacios, los huertos y jardines en flor que había en sus alrededores, las praderas verdes, salpicadas de blancas margaritas, las mieses que balanceaban sus espigas, que empezaban a amarillear. De pronto, le– vantó sus ojos al cielo. Se quedó un instante como en éxtasis, en el que le fue revelada la proximidad de su muerte y cómo en aquella ciudad tan que– rida para él, habían de reposar sus restos mortales. Vuelto entonces a ella, alzando sus dos manos, le dio su bendición, como un día su Padre San Francisco bendijera Asís, y así dijo en altc voz:

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