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ULTIMAS PREDICACIONES 143 netraba como una espada en el fondo de las con– ciencias para herirlas y moverlas a la más profunda contrición. Es verdad que Padua estaba libre de la herejía. Sus habitantes eran hombres de arraigada fe; pero se sentían arrastrados por los placeres mundanales, merced al bienestar y la riqueza de que disfrutaban. Se gastaba el dinero en orgías. Y aun sin dinero, de– seaban seguir disfrutando de la vida. Por este motivo, un gran número de paduanos se veían obligados a re– currir a los prestamistas, los cuales exigían réditos exagerados. La usura era una negra plaga que tenía oprimida a gran parte de la ciudad. Por eso, Fray Antonio increpaba con vehemencia a los usureros. Su voz hacía recordar las imprecaciones de San Ber– nardo y tenía mucho parecido al torrente apostólico de Savonarola. Se volvía amenazante contra los ricos sin entrañas, contra los avaros sin conciencia, contra los usureros despiadados. A todos les increpaba di– ciendo: -Carnívoros, lobos rapaces, con vuestros fraudes y rapiñas pisoteáis fría y cínicamente las fatigas del obrero, los sudores de los artesanos, las lágrimas de los huérfanos y las viudas. Y la voz del predicador resonaba en el viento co– mo trompeta apocalíptica, y los oyentes lloraban arre– pentidos y prometían practicar en adelante la caridad y la justicia.

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