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142 FRAY CANDIDO DE VIÑAYO, O.F.M. CAP. comienza: O gloriosa Domina (Oh gloriosa Señora). Luego abrió los ojos para ver la huída del enemigo. Más he aquí que su celda parecía inundada de luces celestiales y en medio de aquel divino esplendor, se veía a nuestra Señora mostrando una sonrisa mater– nal a su devoto y enamorado hijo. Fray Antonio prosiguió predicando la Cuaresma con éxito creciente. El fruto de sus predicaciones fue copiosísimo, inesperado. Las conciencias aletargadas despertaban a su voz que penetraba hasta el fondo de los corazones. Deponían sus odios los enemigos y se disponían a vivir en paz y en mutua concordia. Los entregados a las voluptuosidades del placer dejaban su vida depravada. Se concedía libertad a los cauti– vos. Los ricos avarientos restituían lo adquirido con fraudes y con usura. Los famosos ladrones se en– mendaban en sus fechorías y se les veía respetar lo ajeno con escrupulosidad. Con frecuencia, mientras el Santo predicaba, los oyentes prorrumpían en lamentos y suspiros dolori– dos, diciendo unos: -- ¡ Ay de mí, que yo he hecho cuanto ha dicho ese fraile! Otros exclamaban: -Nunca yo hubiera hecho tal cosa si hubiera comprendido lo horrible que era ese pecado. Mas por encima de aqueilos lastimeros lamentos se oía la voz del predicador, clara y precisa, que pe-

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