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ULTIMAS PREDICACIONES 141 sobre él para cortarle algún pedazo del hábito, a fin de poderlo guardar como reliquia. Por eso, para evi– tar violencias nada agradables para él, el Santo, en seguida que terminaba el sermón, se daba traza para desaparecer cuanto antes sin que nadie se apercibiera de ello. Otras veces esperaba oculto hasta que la mul– titud se dispersara y así poder regresar en paz al convento de Santa María. Como todas estas precauciones no bastasen, se hizo necesario que fuera protegido por una numerosa escolta de hombres fuertes que le defendieran de cuantos pretendían acercarse a él. Nunca en Padua se había· visto cosa semejante. La emoción era indescriptible. No se hablaba por las casas y por las calles sino del Santo Predicador de la Cuaresma. Fray Antonio parecía un ángel del cielo que había descendido a Padua para llevar todas las almas a Dios. El demonio estaba rabioso ante el éxito nunca visto de aquella predicación cuaresmal. Por eso, a todo trance quería impedir su fruto. Una noche, mientras el Santo descansaba unos momentos de su agotadora labor apostólica, una mano fuerte e invisi– ble intentó ahogarle. Fray Antonio se dio cuenta de que era el diablo que pretendía dejarle sin voz para que no siguiera predicando. Al momento, el Santo hizo la señal de la cruz e invocó a la Virgen María confiada y amorosamente con su himno favorito que

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