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DIVINOS COLOQUIOS 135 ta la Santa Biblia. Un mno hermosísimo sonriente, irradiando luces de cielo, se acercaba al Santo y le hacía objeto de sus caricias. El curioso conde se sentía como anonadado ante aquella escena celestial. No había duda: aquel niño que hablaba y acariciaba a Fray Antonio era el di– vino Niño de Belén, cuyos misterios se celebraban por aquellos días. Aquella visión explicaba toda la santidad de Fray Antonio. El amaba a Jesús hasta la embriaguez del amor, y Jesús atraído por el amor de Fray Antonio, pagaba sus efusiones amorosas con divinos coloquios y caricias. Después de contemplar la visión inundado de inex– plicable gozo, quiso el conde retirarse a su habitación, llevando impreso en su alma cuanto había visto. Pe– ro, al momento, salió el Santo de su aposento y estre– chó al conde entre sus brazos y le obligó a prometer– le que guardaría silencio de todo cuanto había obser– vado aquella noche, mientras Fray Antonio viviera. El conde le hizo la promesa exigida por amor de Aquel que había contemplado, según se lo pidió el Santo. Tras esto, el conde se retiró a su habitación dis– puesto a cumplir su promesa. Mas lo que había vis– to quedó hondamente grabado en su alma hasta que le llegó a transformar por completo. Poco a poco, fue desprendiendo su corazón de todas las cosas de la tie– rra para dedicarse al servicio de Dios. Honores, ri-
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