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OTRA VEZ POR RUTAS DE ITALIA 119 hablando sin ningún humano respeto contra la ava– ricia. Por fin, con valentía de apóstol, tiene la san– ta osadía de aplicar al rico difunto las palabras de la parábola evangélica del rico Epulón: «Murió el rico y fue sepultado en el infierno». Pronunciada esta frase, con voz henchida de misterio, como si fuera un profeta, erguido, iluminado su rostro, pro– siguió diciendo : -Este hombre que ha muerto, y a quien vais a enterrar al cementerio, era también un rico avariento y usurero. Y al infierno ha sido destinado. Las pala– bras del Santo resonaron en los oídos de los oyentes como un trueno inesperado. Unos se llenaron de ad– miración, otros de rabia. Al momento se levantó un murmullo general contra el predicador. -¿Cómo será capaz de tanto atrevimiento? -decían unos. -¿Cómo tendrá cara para hablar de esa mane- ra? -repetían otros. - ¡ Que se calle! ¡ Qué se baje ! Pero Fray Antonio, sin inmutarse, dominando con su mirada y su gesto el auditorio, prosiguió diciendo: -Sí, está condenado. Id sino y abrid el cofre donde guardaba su dinero y allí, entre monedas de oro, hallaréis el corazón. Fueron, en efecto, a la casa del usurero. Abrie– ron su cofre y entre el oro y la plata estaba su co-
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