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OTRA VEZ POR RUTAS DE ITALIA 117 sermón y, de pronto, se oyeron gritos y silbidos con palabrotas insultantes. Imposible le fue a Fray Antonio dirigir así su palabra al pueblo. Sin alterarse, humildemente, se bajó del árbol que le hacía de púlpito y, siguiendo el consejo que Jesús daba a sus discípulos, sacudió el polvo de sus sandalias y siguió tranquilamente adelante su camino. Mas luego, lps habitantes de Udine, al darse cuenta de quién era el que había ido a predicarles, dieron muestra de profundo arre– pentimiento, aunque en vano, porque el Santo se había ya marchado. Más tarde, cuando Fray Anto– nio moraba en Padua, algunos de ellos fueron a vi– sitarle. Con el tiempo, muerto el Santo, edificaron una capilla en su honor y pusieron en ella una ima– gen de San Antonio, predicando desde un árbol. Digno es de notarse lo que acaeció en Cremona. Se construía allí un convento para los Frailes Meno– res. Fray Antonio dirigía las obras y, yendo de ca– mino, encontró a un labrador con su carro. Fray Antonio le rogó, por amor de Dios, que le hiciera el favor de transportarle algunas piedras para el edi– ficio. Rehusó el labriego la petición y dio la ex– cusa de que llevaba en su carro a un hijo suyo que estaba muerto y lo iba a enterrar. Al mismo tiempo, señaló a un joven tendido en el fondo del carro que se hacía el difunto. Fray Antonio, sencillamente, dijo al labriego :

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