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MENDIGO DE CORAZONES 9 El niño desconocido, reflejando en su rostro un halo celeste, exclama con indecible ternura: . -- ¡ Oh! Tu madre te ha repetido mil veces mi n,1mbre. Yo soy Jesús. Y desapareció ... Fernando oró en silencio. Supongamos que sea leyenda esta anécdota que Sf cuenta de la infancia de San Antonio de Padua. No obstante, contiene un símbolo de una grande y cella realidad. Jesús, de una manera misteriosa, va recorriendo los caminos de los hombres. Llama a todas las puertas mendigando los corazones de gran• des y pequeños. Muchos le cierran la puerta. San Antonio de Padua, no. El le entregó por completo su corazón desde sus más tiernos años. Por eso, no empleó su vida sino en el divino servicio. Jesús fue !'.iempre para él el mayor atractivo de _su alma, el d.ulcisiní.o imán que le tenía totalmente subyu– gado. Esta entrega amorosa a Jesucristo, que ya en su infancia hizo San Antonio de Padua, convirtió su vida en maravilloso poema. Poema de melifluas es– trofas que subían al cielo para glorificar al Señor. Poema cuya sonora armonía sigue escuch.ándose en la tie;ra para dar a las almas alientos de vida y esperanza. Este poema comienza a desarrollarse · en Lis– boa, donde el Santo nace, y termina en Padua, don– de muere lleno de méritos y virtudes, y donde en

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