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276 VEINTICINCO AfeOS DE APOSTOLADO dor. Asume una actitud resuelta en el sentido de levantar el espíritu religioso; y así se le ve visitar las familias para exhortarlas a-1 cumpli– miento de sus deberes para con nuestra Santa Madre la Iglesia; los enfermos tienen en él un consuelo a la cabecera de su lecho; y se le ,·e,- en muchas ocasiones para un entierro en el trayecto del cementerio, cuando los familiares del difunto no solicitaron la asistencia del Sa– cerdote, para rezarle los Oficios en medio de la vía. Introduce nota– b}es mejoras en la Capilla que existía entonces, y establece el sistema de rellenos y el uso de los trabajos de concreto, que después. será re– <:urso obligado ,para todas las construcciones, a objeto de preservar-las f :n lo posible de las inundaciones. El mismo Padre San Mateo va en horas de la madrugada a car gar arena, acompañado de muchachos y otros vecinos, por no poder atender a estos menesteres en el día, que tiene destinado a dictar clases en el primer Colegio graduado, que ha fundado. No podemos pasar adelante sin referirnos a lo.s muchos be– nepláci-tos., según es fama, d-e que fué objeto cuando al rendir exámenes, quedaba de manifiesto .Ja meritoria labor realizada. Inica también en Tucupita una pequeña Banda, la primera que se oyó en el Territorio. Pero no obstante, el camino de progreso seguido, se alzará siem– pre como una amenaza contra la institución y contra todo lo que ger– mina y crece en el seno de la Iglesia, el á.spid del egoísmo y el pálido fantasma de la incomprensión y del error, que sistemáticamente per– turba el cerebro de sus enemigos, sin com.prender, ¡oh!, que la barca de Pedro no naufraga nunca así sean de recias las tempestades y de tremendos los augures de los tiempos. Años atrás marchaban las cosas m uy bien para el Territorio, desde el punto de vista económico y r e– ligioso, cuando cundió la ingrata nueva de que serían expulsados del Delta los Capuchinos, por empeño de perseguidores aviesos. Entonces, e} doctor Samuel Daría Maldonado quien estaba en Caracas, se irguió en defensor de la causa civilizadora en la cual había tomado tanto em– ';peño; voló al Ministerio y dejó caer de sus labios aquel tremendo apo– tegma, hijo de su piedad y de su fe: "Si sacan a los Capur:hinos del Delta, ni Tucupita, ni ninguno -de los pueblos, servirán n unca para :nada, no llegarán a ser pueblos siquiera". No creo yo, como creyó el doctor Maldonado, que 1a corriente civilizadora que invade el T errito– rio, quedara por ello totalmente anul ada; pero sí creo que eliminando la acción benéfica y constructiva de las Misiones franciscanas, se le ·' ~esta un aporte de energías, de fuerzas, -de eficaz empeño, bastante a ' ' hacer más rápida la incorporación de la población indígena a los es- trados de la civilización; aporte que haría también más intenso el des– •·:árrollo cultural 'y material del medio; lo cual no sería improbable, si ·~'.fé miüe a ·1a luz y el criterio ajustado en todo a la verdad," lo que es en ~·•./i.O l ,'
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