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EL R. P. SAMUEL DE SAN MATEO 259 duvieco. Paró los horcones, sentó los cimi,entos a más de un metro de profundidad, trabó la armadura, puso el tejado ,de cinc, rellenó el piso una vara de alto contra las inundaciones, y cuando iba a comenzar las paredes ... Sentida muerte. Un día de :n;iañana, sudoroso, fatigado, se fué al río para buscar algún descanso en el baño, de donde salió con un gran pasmo o conges– tión. Ante la persistencia del mal fué n evado a Tucupita; pusiéronse en acción el médic_o y lla ·medicina. Era ya tarde. El golpe asestado por el fantasma de la guadaña fué tan rudo, que sólo dió tiempo para la ad– m inistración de los últimos Sacramentos. A las pocas horas de n egar a ia población falleció el 19 de diciembre de· 1931. Las campanas doblaron a muerto; la gente se echó por oleadas so.– hre la casa de los Padres, llorando la desaparición del que había sido su párroco tan querido. Nurica ni con ningún otro hubo manifestación lal. Toda la noche lo velaron en la igl,esia convertida en capilla ardiente, quiénes rezando ell rosario, quiénes otras plegarias, y todos con los ojos ñumedecidos de ctolor. Después de sólémnes exequias, a hombros fué conducido a la últi– ma mor ada, disputándose todos la gloria :de cargarlo; los más habían sido sus discípulos; todos, sus foligres es; y par a todos había si do él un padre amante y un amigo fiel. No menos sentida fué su muerte en la Misión del Araguaimujo. Has– ta los mismos indígenas, que tan inexpr esivos son ante la desaparición de sus familiares, dieron muestras enternecedoras del amor que le pro– fesaban y de que comprendían la labor ímproba y b ienhechora que por ellos se había impuesto. Así, uno de los muchachos internos, al saber la noticia, se fué presuroso a la celda donde vivió el Padre, y cayendo de rodillas rompió a llorar sobre la mesa en que tantas lecciones y con– sejos había recibido. Otra de fas niñas escribía al Excmo. Vicario Apos– tólico: "¡ Pobre Padre, murió por trabajar tanto para darnos de comer a nosotras!" Hoy mismo, lector benévolo, si llegas a Tucupita, si recorres los ca– seríos del Territorio, si te adentras en los caños hasta las chozas de los indios, serás testigo del amor y veneración con que aún evocan al.Pa– dre Samuel de San M~t,eo, al activo párroco, al celoso misionero, aJ r e– ligioso de conducta ejemplar. T ucupita: 18 de agosto de 1945.
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