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EL DR. S_4MUEL DAR/O MALDONADO 119 gación hasta de las cosas inventadas por la imaginación de los tontos, y a su imaginación ligera y nervios ansiosos de devorar el tiempo y remover el mundo", como se ha escrito de él. Además, era un · verdadero apóstol de la verdad católica. Ya sa– bemos cuánto trabajó para que los fieles asistieran a la Santa Misa y demás actos del culto católico; cómo por propia iniciativa, ordenó un Triduo a San José, antes de venir los Padres, 'y su devoción grande a1 Corazón Sacratísimo de J esús, pues, según cuentan , cuidaba mucho de que su imagen es tuviera profusamente adornada, y, cuando llegaba [' su casa la Capillita de la Visita Domiciliaria, instalada por la seño– rita Anita Sierra con el nombre .de "El Día F eliz del Corazón de Jesús", la recibía con extraordinario regocijo y profunda devoción; la alum– braba y adornaba bellamente, y, cuando debía, pasarla a otra casa, siempre le ponía una moneda •de veinte a veintiséis bolívares en oro. De su fe cristiana nos hablan también sus mismas palabras, pues muchas veces se le oyó decir, refiriéndose a lo que deseaba para sus. hijos: "Dios me ha concedí-do una gran gr acia, trayendo a Venezuela a los Padres Jesuitas, para poder educar con ellos a mis hijos". Finalmente, lo confirma a todas luces el hecho de que encontrán– dose muy enfermo y presintiendo el paso acelerado de la muerte in- ' mediatamente mandó llamar a un Padre Capuchino para s;onfesarse -siempre fueron ellos sus confesores-y r ecibir los últimos auxilios. como lo hizo con verdadero espíritu cristiano, dando con ello un men– tís a cuantos han querido ver en el doctor Samuel Darío Maldonado un defensor de doctrinas ajenas a la Iglesia Católica. Para terminar esta breve memoria sobre el doctor Maldonado, que, ·como homenaje de gratitud hemos querido insertar en este libro-me– morial, con motivo de celebrar las Bodas de Plata de nuestra venida al Territorio y fundación de la Parroquia de San José de Tucupita, quie– ro hacer constar que hace nada más dos años, al fundarse aquí un Li oeo de Bachillerato, un Padre Capuchino abogó por que llevara el nombre del doctor Maldonado en honor a su obra en el Territorio; la mayoría de los concurrentes no lo apoyaron, pero es muy justiciero que a una personalidad venezolana de su talla, que actuó en esta her– mosa región, como Gobernador y como Médico, singularmente caritati– vo y humanitario, cuando la población de Tucupita estaba en sus al– bores, se le recuerde y, en alguna forma, se estereotipe su memoria para que al mismo tiempo sirva de ejemplo al pueblo y a sus magnates:

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