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118 VEINTICINCO AÑOS DE APOSTOLADO sobre eyu .actuación al lado deLSacerdote Capuchín0. Grandes obstácu– los se presentaron para encargarse los ·Capuchinoi; de ·esta Parroquia, como para continuar en ella, pues· los medios de subsistencia-·no alcan– zaban; pero el docto,r lVIaldonado luchó como hombre de recio tem– ple, inflexibl~, y .corno el que siempre sigue una sola linea, hasta con– segu_ir defi_nitivamente su intento. Nadie ._como él comp,rendió la ·ne– ce1?iqa<J .m:gente de Sacerdote residente . en-Tucupita, y .por eso busca– ba ei'modo de all_anar todas las dificuHadef'\; trabajaba a su lado como U!} verdadero apóstol. ~or es9, en tono humoristic;o, llegó a decir de él el ;padre ~_amuel, su gran amigo: "Tengo ganas. de ponerle un hábito, puesJo únicq qqe le falt~ es .poder decir Misa". .No. hay duda que, a más de los -vastos conocimientos que poseía, de .cierta particular intuición de que estaba dotado 'y de conocer la Qbra misionera capuchina en toda Venezuela, influyó, sobre todo, su acendrado espíritu católico para conseguir que los Padres Capu~hinos vinieran al Territorio. Que era ¡:,rofundamente religioso y éatólico, lo ·pat~n~iza e) p.echo qe asistir •Qiariamente ~ la Santa Misa, al Rosario y siernpre.,qqe se cel~braba alguna fiesta religiosa 9 .ejercicio espiritual. No ha fáltado qµien lo _hay~ puesto en tela de juicio; .pero·, a pesar de cierto du~lismo _que observamo.s en su persona, -era un caballero a carta cabal, honesto en sus c.ostumbres y _de ejemplar conducta. Dicen que pr_ofesaba d_o_ctrinas espiritistas, pero, com_o él. decía, "a su manera", riendose de _ los , que se llamaban espiritistas y no eran sino .pobres ig– norantes. , ·, , . 1 En cierta ocasión el R. P. ·Samuel pronunció un ·sermón· contra el espiritismo. El doctor Maldonado se hallaba presen te, como de costum– bre. Todos fijaron sus-ojos en -él y -se decían: "esta noche el Padre no va a dormir en su casa'?. . . y se confirmaron más en ·ello cuando, al salir .de la Capilla, vieron que el doctor Maldonado no había esperado para repetirles el sermón, según era su costumbre siempr e que el Padre predicaba. Pero muy distinto fué el juicio del doctor, pues a las pocas horas, encontrándose de visita en casa de una familia muy cristiana y a la que le unían estrechos lazos de amistad, -dijo, refiriéndose al sermón; "-El Padre tiene razón en todo lo · que dijo y en condenar el espiritis– mo, pues la Iglesia Católica lo condena con razón y · lo prohibe, y él, como Ministro de ella, tiene -obligación de prohibirlo. . . no · todos tie– nen el cerebro de Samuel Darío . .. y, por lo regular, el espiritista ter– mina en un manicomio". Esto nos hace ·pensar que su inclinación a las doctrinas espiritistas obedecía más bien, ·no al desconocimiento y negación de nuestro Dogma; sino a "su espíritu inclinado a la investí-
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