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fleco ninguno, que tal vez habrían adquirido de otros indios. Los va1·ones chupaban tabaco verde, no mascado, sino introducido entre los dientes y el labio inferior; por eso, todos los mayores tenían dicho labio pronunciada– mente salido hacia afuera. Como no entendíamos nada de su idioma, nada pudi– mos conversar con ellos, porque el intérprete se negó en absoluto a ejercer su oficio. Cogimos tres por compañe– ms para que se fueran familiarizando con nosotros, y fui– mos a dormir a la boca del Pumpirí, río que le cae al Paragua por la margen derecha. 12.--DEL PARAMICHI A LA FRONTERA. El río era cada vez más estrecho, bajo y seco; ya no podíamos navegar con motor, sino a cortos intervalos, pero cada vez era más y más bonito. Vimos dos dantas, y vimos también que los indios son falibles en su pun– tería, pues tuvieron esos animalotes casi en la punta de la flecha y no acertaron a herirlos. A las once de la mañana entrábamos por el río Pa– ramichí (Paraguamusi según ciertos mapas), el pr!mer afluente que el Paragua tiene por su margen derecha, empezando a contar desde las cabeceras. También muchos mapas colocan en este lugar la vi– lla de San Vicente de Guiriol o Guirior, y de ella, se• gún varios escritores, partía un camino, empedrado na– da menos, que, atravesando la frontera, llegaba hasta el río Urarikapará, en el Brasil; pero los indios nada sa– ben de esto, y nosotros nada pudimos encontrar, ni ras– tro ni reliquia. Por el río Paramichí la navegación se hizo imposi- 324
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