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muerzo y, ¡adelante! ; pero el motor no quería prender y cuando prendía, caminaba con dificultad. Nos detuvimos varias veces a arreglarlo, más siempre sin éxito, por lo c1ue en este día no avanzamos casi nada. La mañana siguiente, el motor prendió y se alegra– ron nuestros corazones, porque otra vez renacía la espe– ranza de llegar pronto a la frontera. Mas, a la media ho– ra, al querer acercarnos a una playa junto al raudal de Kirikirí, en lo que la canoa atravesaba el chorro, se des– prendió el motor de la borda y ¡todo nuestro gozo en un pozo, y bien hondo, por cierto ! Se hicieron buceos, se ti• raron garabatos durante horas, mas todo inútil. En vista de ello, resolvimos enviar tres marineros con la éuriara a canalete, para que nos trajesen el otro motor que había– mos dejado debajo del salto de Maihia. Salieron a las doce, y nosotros, es decir, los dos padres, Lezama y un in– dio, nos quedamos allí sin recursos de ningún género a merced del auxilio que los enviados nos prestasen. Regresaron a las diez del día siguiente con el otro motor, pern los indios que habíamos pedido para buscar el sumergido, mientras nosotros seguíamos viaje, no vinie• ron porque se habían ido a una fiesta o kachirí que ha• hía en Mo-murán; s.in embargo, dejarnn orden para que viniesen cuanto antes. Reanudamos la marcha a las once, pei'o el nuevo mo– tor tampoco funcionaba bien y nos ejercitó la P.aciencia durante todo el día ; apenas si avanzamos algo. Dormimos en la parte de arriba de un salto llamado Taramí. Dimos allí con el flaco del motor y arrancamos con ímpetu de mañana, llegando al poco rato a la única casa que los indios Schirianá tienen del lado de Venezuela en la cuenca del Paragua. El lugar es muy pintoresco y se llama Asiasí-to. 321

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