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cual está enfrente de la boca de Mo-murán, afluente del Paragua por la margen derecha, un poco más abajo del salto de Maihia. Así que nos divisaron los indios, trata– ron de huir para el monte, pero se les dio a entender que éramos gente pacífica y se aquietaron. Estos indios son los más pobres que hemos visto en todo el viaje; viven en un rancho enteramente miserable y los chinchorros que usan están hechos de bejuco. Las indias hacían el kachirí mas– cando primero los ingredientes sólidos de esta bebida. Poco pudimos hablar con ellos porque no entendíamos su idioma y el intérprete que llevábamos no se prestaba al servicio. Sacamos las cargas a tierra e hicimos la selección de las más indispensables, pues en adelante íbamos a seguir con una sola enriara para no perder tanto tiempo en los arrastres y caleteos que, según nos dijeron, se iban a multiplicar. ¡Eran pocos los que veníamos encontrando hasta ahora ! 11.-DE MAIHIA A PARAMICHI. Por la mañana temprano salimos en una canoa los dos misioneros, el mecánico Lezama y cuatro indios a continuar el viaje. Al cuarto de hora llegamos al salto de Maihia. Es éste un salto que por todo debe tener unos veinte metros de caída, pero en una serie de chorreras y saltos pequeños, con vueltas y revueltas, sin ninguna vista interesante. Nosotros nos fuimos por tierra a la parte arri– ba del salto; los marinos arrastraron la canoa, unas veces por los chorros, otras por tierra, en cuyo trabajo gastaron seis horas, llegando aún en ayunas. Hicimos un ligero al– seis horas, llegando a las doce a donde nosotros les está– bamos esperando aún en ayunas. Hicimos un ligero al- 320
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