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del Gobernador y, con aquella encantadora sencillez que le caracterizaba, le dice: -Señor Gobernador, este pollo traigo de Vuelta Tris– te; a mí me lo regalaron, y yo tendré gran placer en que usted se lo coma. El Gobernador quedó confundido sin acertar a decir palabra, y la orden de los frentes, aunque no fue re– vocada, mas tampoco se llevó por entonces a efecto. Las nueve eran de la noche. Sin que nos diéramos cuenta, el vapor había reanudado su marcha y nosotros, besando el anillo del Obispo, nos retiramos cada cual a su cuarto. 9.-PRIMERO SAN CELESTINO Día 20: Espléndido amanecer de un día caluroso. Avido de contemplar más y más nuestra tierra de pro• misión, por cuyo borde aún seguíamos, dejé temprano el camarote y me dirigí a la proa del barco, desperezando ante la brisa mañanera los músculos amodorrados por el calor tropical. -Un cafetito para el bendito Cura -.musitó alguien a mi espalda... Doy media vuelta y... -¡La bendición! -se apresura a decirme el cama– rero, colocando su mano derecha ante el pecho y soste– niendo con la izquierda una taza humeante. - ¡Dios le bendiga y favorezca! -contesté recibien– do la taza-. Es usted muy atento. -¡Gracias! ¡Muchas gracias! -dijo el hombre, más contento que unas castañuelas. Esto me dio atrevimiento para preguntarle: -¿De dónde es usted, si no es indiscreción saberlo? ' 25

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