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10.-DEL ICHUN POR EL PARAGUA A MAIJHA, Amaneció ligeramente nublado. Como a las nueve lle– gamos al raudal Uotó-merú, en el que hubo que cale– tea1· la carga y remontar las canoas por el chouo, ope– rnción que nos llevó hasta las doce. Oquí, viéndonos con gasolina suficiente para ida y regreso, aplicamos el otro motor a la canoa de remolque navegando con presteza por un cañón recto y apacible hasta donde la siena de Keipá hace cambiar brusca– mente el curso del río. En el recodo sorprendimos una danta, paquidermo casi del tamaño de un burro, behien– do agua . Estaríamos a unos cuarenta metros de ella cuan– do se le asestó un tiro de escopeta, calibre dieciséis, car• gada con munición gruesa, que le debió entrar por el pestorejo. Cayó el animal de cabeza dentro del agua, enturbiándola con el lodo que afluyó a la superficie. Revolcábase sacando afuera ora la cabeza, ora las patas o el lomo. Nosotros no nos atrevimos a acercarnos por temor de que en uno de esos movimientos voltease la ca– noa. En esto, se equilibró el animal, y cuando se dis– ponía a saltar el barranco para huir, le metimos dos balas de revólver, a una distancia como de quince me– tros. Volvió a caer en el río a a revolcarse; pero al fin se enderezó, saltó el barranco y se marchó con otras dos balas que le metimos por la grupa, cogiendo la espesura del monte. Los indios siguieron un rato el reguero de sangre que dejaba ... , pe1·dieron la pista, y no vimos más al animal. Acampamos a las cuatro de la tarde junto al raudal Tamapué, y al día siguiente rompimos la marcha atrave– E-ando el 1·audal, que era impetuoso. A las nueve pasamos el salto de Osoi-merú arrastrando las canoas sin caleteo, y a mediodía llegamos a una casa de los indios Arutaní, la 319

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