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pumosa. Si atendemos a su etimología, la palabra Chu• en idioma sapé significa sangre, y Chun-prará significa espuma; tanto una como otra parecen convenirle por el color de sus aguas y por lo espumosas que bajan. Toma– mos allí algo, y como los indios nos dijesen que poco más arriba, por el Ichún, había un salto grande, fuimos a cerciorarnos del hecho. A los diez minutos dimos con la maravilla. El caudaloso río, procedente de una alti– planicie montañosa, se precipita por un cañón estrecho y profungo, que hacia la parte meridional ha abierto sin duda alguna conmoción sísmica, a un plano pequeño que hay treinta metros más abajo, y allí rebota para caer en un hoyo, donde forma borboJlones que semejan el jugo de la caña en ebullición. Ofrece otros aspectos interesan– tes este lugar en los barrancos de piedra jaspeada, en los bloques de granito y de conglomerado, amontonados unos sobre otros irregularmente formando cuevas capri– chosas, y -lo que no habíamos visto en todo el trayecto de la excursión- en las palmas de moriche que lo her– mosean tanto encima como debajo del salto. Regresamos cortando la ancha estela de espuma que eorre todo lo largo del río hasta un kilómetro dentro del Paragua, y antes de desembocar en éste vimos un her– moso jaguar bebiendo agua en la orilla. No se inmutó ante el ruido del motor ni le asustaron nuestras voce8. Disparámosle un tiro de revólver a cincuenta metros de distancia que, por supuesto, no llegó al blanco. El feli– no abrió su boca con ostentación, como si quisiera insul– tarnos; nos enseñó los dientes y, • volviendo grupas, se ocultó entre la fronda. Remontamos un trecho el Paragua y acampamos a las tres de la tarde para guarecernos de un fuerte agua– cero. 318
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