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les dimos a entender que no tuv:iesen miedo. Después de c:onve1·sar un rnto con ellos, explicándoles nuestra mi– aíón, seguimos 1·ío abajo, llegando a las diez a la boca del Karún. Este es el punto donde varios mapas localizan u.n antiguo pueblo de San José, quiénes en la margen izquierda, quiénes en la derecha. Nosotros no pudimos encontrar indicio alguno de su existencia ni recuerdo de e:llo en los indios. A la hora de remonta1· el Paragua encontramos en todo el cauce del río muchos peñascos de forma puntia– ¡,.-uda que los indios llaman Karinatón tek-pansalc (Cari– bes petrificados). Esto y lo de la pica de Montá-tepuí hace suponer que en tiempos pasados merodearon estas regiones los famosos indios Caribes, tan temidos de las otras tribus. Poco más adelante se ve en la lejanía, rumbo suroes– te, una sierra alta, de nombre Chinilc-tepuí, toda ella cubierta de selva, menos unos escarpados que, al ser he– ridos por el sol, apal'ecen de un blanco muy brillante, oosi plateado. Nosotros no pudimos determinar la causa de este fenómeno. Los indios nos dijeron que el blanco no era de la piedra, sino flol'es de unas plantas trepado– ras, las cuales eran el chinik (colla1· de adorno) de lo• Mavarí que viven en aquellos cerros. En la boca del Marí, afluente del Parngua por la margen izquierda, encontramos otra canoa con indioe pintarrajeados, a los cuales dimos algunas instruccio– nes. En algunos mapas el río Marí aparece con el nom• bre de San Rafael y en su boca localizan un pueblo de este mismo nombrn. Sobre la veracidad de su existencia repito lo dicho acerca de San José del Karún. Este río Marí es el que los indios siguen para pasar al Caura y viceversa. 315

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