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Sin incorporarme, aflojé otra vez el repertorio de cán– ticos arekunas, alternando con el coro de enfrente, has– ta que el sueño nos dominó a todos. Quiso Dios que amaneciese y, despidiéndome de la gente, me volví a La Paragua llevando como expertos de la excursión al criollo Ledesma y a dos indios. De éstos vino a sacar después el Padre Cesáreo que aquellos can– tos y oraciones que yo había oído eran rezos protestan– tes traídos de la Guayana Inglesa por un indio que allí i;e había estado educando. 6.-DEL PARAGUA AL KARUN. Dispuestas todas las cosas, el día 19, a las ocho de la mañana, emprendimos la marcha por el Paragua arri– ba. En la primera canoa, movida a motor, iba de proe– r o el indio Cardona; a continuación, el Padre Cesáreo y yo, y patroneando el motor iban los expertos Rafael Lezama y Lu1s Ledesma. En la otra canoa, llevada a remolque, iban el criollo Ventura, de proero, y los in– dios Cristián y Ricardo patroneando. Durante todo el trayecto nuestra ocupación habitual era: el Padre Cesáreo conversaba con los indios, desen– trañando todo lo referente a su lingüística, costumbres, folklore y religión ; yo, con una brújula y un cronóme– tro, iba trazando el mapa del río, los afluentes que le caen por ambos lados y las montañas visibles, todo con sus nombres indígenas. Sin inconveniente alguno nos metimos por el intrin– cado laberinto de islas e isletas que el río forma en aque– lla planicie sabanera y atravesamos, no sin pellgroi el raudal Agua Cantá, donde en 1929 pereció ahogado el explorador Juan Mundó. 3-0'l'

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