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cinco de la tarde ,Jaltamos sobre el puerto de Colorado, donde estaba el caserío indígena que nos surtiría de ex– pertos para la excursión. 4.-SOBRE LA CATEDRA. El caserío descansa sobre una loma de sabana con su montaña al lado, apta para conucos, y consta de dos ehu ruatas, estilo netamente indígena. Previo saludo, les hablé del motivo que allí me lle– vaba, lo que era el sacerdote católico y la doctrina que nosotros predicábamos. Todo esto iba corroborado con las aserciones de un criollo, Luis Ledesma, que hacía años vivía allí la mis– ma vida de ellos; éste, a seguidas de cada párrafo mío, añadía: «Todo eso es la pura verdad, que os lo digo yo». Viendo que mi palabra hacía eco, resolví ampliar las explicaciones doctrinal.es y, para mayor comodidad, establecí mi cátedra sobre el duro suelo, apoyando mi espalda contra un horcón de la casa. Uno tras otro :fue– ron todos poniéndose en cuclillas a mi derredor; el jefe o cacique, de pie, estaba delante sin pestañeat. El fogón proyectaba desmesuradas sombras sobre el lado opuesto y la hora de charla se me hizo breve, por– que mis explicaciones iban acompañadas de los cánticos 1·eligiosos en indio que había usado en mis excursiones anteriores. Cuando se me acabó el repertorio de éstos, cerré las enseñanzas pro.metiéndoles nueva conferencia para el día siguiente, y me salí a respirar el fresco de la noche .y a to.mar al sereno el hervido indígena. La plaga era insoportable. Para atenuarla un poco los indios prendieron a mi lado secreciones de comején, 305
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