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8.~EN EL TERRITORIO DELTA AMACURO. Pennanecí dos meses en la capital de la República con el fin de 1·ecobrar mis fuerzas perdidas, aspirando las saludables brisas del Avila, y volví después a mi año– rado territorio de Misión, estableciéndome al principio en la parroquia de Tucupita. Y a sabe el que haya leído las páginas anteriores que esta capital del Territorio Federal Delta Amacuro no es un pueblo cualquiera, sino una ciudad con solern y al– tas aspiraciones; que tiene estación de radio, oficinas de Gobierno, colegios de enseñanza elemental y supeúor, casa de maternidad, hospital y varios médicos, grandes comercios e industrias, y que fue incluida dentro del te– rritorio misional para que sirviera de base de operacio– nes a los misioneros que trabajan en reducir los indios dispersos por los caños del Orinoco. Tiene una iglesia amplia, graciosa y esbelta, que se yergue sobre los otros edificios como una reina sobre las damas de su corte. Débese esta obra al tesonero esfuerzo de los padres Capuchinos, que la idearon, dirigieron los trabajos y · muchas veces trabajaron como peones en su construcción; pero también es del pueblo deltano, y muy del pueblo, poxque todos contribuyeron generosamente con sus limosnas, Ticos y pobres, comerciantes y agricul– tores, desde el Gobie1·no hasta el último artesano. Si Tucupita es hoy una ciudad que sobresale con mu– cho entre las demás poblaciones del Territorio Delta Amacuro y que puede competir en adelanto y progreso con cualquiera de las significativas de la Nación, bueno será advertir que ella es la única que en todo el Terri– torio tiene sacerdote con reúdencia fija, y que desde el establecimiento del sacerdote, iniciado con la llegada de 296

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