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excepto la señora Lina Vallés, a quien debían colocar el fémur en su propio lugar, «operación difícil que a las veinticuatro horas es viejall, dictaminó el médico, y pa– saban ya veintiún días. Con todo, lograron volverlo a su sitio, mas no pudieron hacer que recobrara el juego nor– mal. Cinco años después vi a dicha señora en Tumeremo y andaba con auxilio de una muleta. Marcano y yo nos dirigíamos a la casa que él tenía, J allí continuó la afluencia de gente ávida de vernos y de felicitarnos. ¡Cosa rara! Yo salía de la Misión para reponerme en Tumeremo de las fiebres palúdicas que me estaban agotando. Durante los días de extravío en la selva no sentí el menor síntoma de fiebre. Llego a Maracay y me sobreviene un ataque palúdico con fiebre de cuarenta grados centígrados, llegando al delirio, pues dicen que cuando estaba bajo esta acción comatosa llegaron a visi– tarme dos hermanos míos de hábito, procedentes de la casa que tenemos en Valencia de Venezuela, mas yo no tengo reminiscencia de haberlos visto. Pero estaba junto a la ciencia y junto a la medicina. Pronto hicieron que la fiebre descendiera ; sometiéronme a una breve dieta ; in– yectáronme dos dosis de quinoformo por la vía intrave– nosa, y hasta el día en que esto escribo -diciembre de 194,7- no he vuelto a sentir una fiebre palúdica. 7 .-EN CARACAS. De Maracay pasé a Caracas, donde los Padres Capu– chinos tienen una residencia confortable. Allí me di cuenta cabal de la resonancia que había tenido , del interés que había despertado en todos los 294
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