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pitán, nunca me ha sucedido nada, ni lo quiera Dios que me suceda -y volvió a tocar con los nudillos el horcón del rancho. -Pues ha sido usted aÍOl'tunado, amigo, que no to– dos pueden contar lo mismo. -Pues sí. Pero ¿sabe usté por qué es? Pues, por– que yo aprendí de pequeño, que me la enseñó mi santa madre, que en la gloria haya, una oración muy poderosa que rezo todas las noches antes de acostarme. ¡Ah oración buena y lo que vale, capitán! ¿Usté ve? Yo nunca voy a misa, porque no tengo tiempo, pero soy más religioso que cualquiera, con perdón del bendito cura que me estará escuchando. -Bueno, y la oración, ¿cuál es, paisano? Pues, sí ; pues, porqu·e usté me ha inspirado tanta simpatía des que le vide, por eso he venido, pa vex si usté quiere que se la rece, pa que no le suceda nada malo esta noche ; porque ahora que los hemos encontrado, tie– nen que salir pa fuera, pa que los vean, pa que to'l mundo sepa que los hemos encontrado. -Tiene usted razón, paisano. Rece la oración y va– mos a dormir. El hombre carraspeó, se quitó el sombrero de cogo– llo y empezó de esta manera: San Vicente, persíname la frente. San Gonzalo, líbrame del malo. San Benito, que ningún esprito durmiendo se me entre en la boca ni en el vientre; 288 y el agua bedita que los pecados quita cuando cerca esté hisopada que le dé por siempre jamás, seculorum seculás. Amén Jesús.
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