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s10n a certificar del estado en que se hallaban los ca– dáveres e identificarlos. Cuando oímos el disparo, su– pusimos que sería otro grupo del batallón, pues por la mañana nos dividíamos en grupos de a tres o cuatro pa- 1·a congregarnos en la noche, y que ese grupo, creyéndo– see extraviado pedía señal para orientarse. Por eso, des– pués del primer tiro, contestamos con el silbido de la escopeta (éste era el cuerno o tubo que nosotros oíamos). Mas, en vista de que seguían disparando sin moverse del sitio, resolvimos llegar hasta ellos por si necesitaban au– xilio. Nunca nos imaginamos que eran ustedes, así los creíamos de muertos, hasta que vimos el avión y les re– conocimos. Estas explicaciones nos dio Salazar, mientras los otros dos regresaban al campamento con la noticia. 14.-R-ODEADOS DE GENTE Y DE PROVISIONES. A las cuatro de la tarde estaban de vuelta. Con ellos venían el general Carlos Rivera, jefe del batallón, el doc– tor Manzanilla, médico del mismo, y una pléyade <le rumberos cargados con sendas provisiones. Todos nos mi• raban estupefactos y repetían: -¡Los hemos salvado! ¡Los hemos salvado! 284
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