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La vista se me fue y el mundo daba vueltas a mi derredor. Trato de levantarme; no puedo. Me arrastro por el sue– lo y llego hasta el pie del árbol; me levanto agarrado a él; espero un poco para tomar aliento y asentar el vai– vén de la cabeza; cojo la escopeta y ... ¡pummm !, dispal'O hacia el punto de donde salía el crnqueo, pero sin ver al pájaro. ¡No le di! El lo.ro siguió craqueando sin inmuta1·se. La detonación, colándose por la maleza, llegó en ondas invisibles has.ta la lejanía. Meto un segundo cartucho en la escopeta para disparar de nuevo ... En esto se oye un estampido a regular distancia. -¡Marcano! -¿ Qué'? --¿Oiste? ¡Un tiro en la lejanía! - Sí, me pareció oir algo. - - ¡Estamos encontrados, Marcan o! ¡Es gente que nos ha respondido! -¿,No sería el eco, que tantas veces nos ha engañado '? El loro ·alzó su vuelo y se fue craqueando. --No me parece. ¡ Y el foro se fue ! Voy a disparar ot:ro tÍl'o al ai1·e, poi· si acaso ... ¡Pummm !... Esta vez no hubo respuesta. Desilusionado después de unos segundos. suelto la es, copeta y voy a acostarme al lado de Mai·cano. -¿Lo ve, padre, cómo era el eco? -Pero esta segunda vez no me respondió. Es un eco bien astuto. -En esto se oye un mido continuado y especial, como de un cuerno o tubo que estuviera sonando. - ¡Oye, Marcano, oye! ¡Es gente que está contes– tando! 279

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