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-Mas, ¿por dónde ha de venir esa salvación? ¿Por los aviones? Eso es cada día más imposible. ¿Por los que salieron en busca de agua? Han tenido tiempo de re– gresar tres veces. ¿Por gente de tierra que ande aún bus– cándonos? Usted conoce la selva y lo difícil que es dar con un punto visible. Y cuando den con él, ¡cómo esta– remos! -Marcano: Yo no sé decirte por dónde nos vendrá el auxilio, pero sé decirte que nos vendrá, y la persuasión que de ello tengo no es revelación divina ni iluminación del Espíritu Santo; no es más que una persuasión funda• da, con razón o sin ella, en el hecho mismo del accidente y en la fe en Dios nuestro Señor. Contéstame como pilo– to: ¿,La caída que sufrimos, debe clasificarse de mortal o no? -Debe clasificarse entre las más mortales, porque no había lugar a técnica de aterrizaje. -Y, sin embargo, ya ves, dudo que hasta la fecha haya habido accidente mortal de aviación con menos des– gracias relativamente que el nuestro. -Así lo creo yo. --Un descreído atribuirá este hecho, de que nos ha- yamos salvado donde no se veía posibilidad humana de salvación, a una mera casualidad, subterfugio irrazonable del que no quiere buscar la razón de todo en la Providen– cia amorosa de Dios que «abarca fuertemente de un cabo a otro todas las cosas, y las ordena todas con utilidad)) (Sab., 8, 1). Mas nosotros, los creyentes, debemos confesar en ello, no digo un milagro, pero sí una protección espe– cial de Dios nuestro Señor, ordenada a sus fines altísimos. Ahora bien, ¿ te parece que Dios nos libraría de la muer– te en la caída nada más que para estar aquí diez o doce días sufriendo hambre, sed y toda clase de miserias?... 276

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