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miento, franquea las ribe1·as, apoderándose de las dila– tadas llanuras cual si fueran de su exclusivo dominio ; mas también es desolador por los estragos que causa, ahogando y llevándose las plantaciones, pereciendo mu– chos animales, anegando y derrumbando casas, lo cual trae la ruina de sus habitantes, quienes se ven forzados a emigrar si no quieren perecer víctimas del hambre y de las enfermedades que pululan en sus estancadas aguas. Estas comienzan a bajar en septiembre, reduciéndose a su cauce, y llegan al más bajo nivel en febrero, perma– neciendo estacionadas hasta abril, en que de nuevo vuel– ven a crecer. 7.-EL CABO DE CITA Aprendiendo estos datos que nos suministraban los prácticos de a bordo -y a fe que eran ciertos, por lo que he podido constatar ulteriormente de visu y en li– bros de ciencia-, llegamos al caer de la tarde a una bo– nita población, sita en la margen derecha y, por tanto, dentro del territorio misional. Era la ciudad de Tucupi– ta, capital del territorio Federal Delta Amacuro. Gra– ciosa -sus casas, alineadas a lo largo de la 1·ibera y pin– tadas en diversos colores, dábanla aspecto risueño-, jo– ven -su fundación remonta sólo al año 1848-, mani– festaba señales de actividad febril e .intenso comercio. -En efecto :__nos dice el excelentísimo Vicario Apos– tólico, Monseñor Diego Alonso Nistal (1), que con nos- (1) El Excmo. e Ilmo. Fr. Diego Antonio Alonso Nistal, llamado en la Orden P . Bienvenido de Carucedo, nació en Carucedo (León, España) el 2 de junio de 1871, se ordenó de sacerdote el 8 de junio de J.895 y tomó el hábito Capuchino el 24 de enero de 1897. Después de desempeñar en España los cargos de Secretario y Archivero Pro- 20

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