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zado y morir en la Religión Católica, creyendo todo lo qne ella cree? -¡Sí, padre; quiero! -contestó. Pedí a Marcano que hiciera de padrino y por la fór– mula breve, pues no tenía ritual ni santos Oleos derramé agua sobre su cabeza recitando las palabras: -Si no estás bautizado, yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Acto seguido cogí más agua y la distribuí entl'e !01> demás, poxque todos estábamos sedientos. 6.-AL PARAISO. Volví a la cabecera de Thih. Grab, le excité al dolor de todos sus pecados, le di la absolución, y a las diez moría entre mis brazos, desprendiéndose su alma del cuerpo miserablemente, para volar derecha, no lo dudo, a la mansión de los cielos. ¡Muerte feliz! ¡Muerte envidiable! ¡Quién hubiera podido, Mr. Grab, estar en tu lugar en esos momentos! ¿, Qué obras buenas no practicarías en vida, que te hiciste acreedor a esa gran merced del Altísimo? ¡Oh, selva preciosa, selva fructífera, selva de pingües tesoros! Si antes te execré, perdona, que ahora te bendi– go, porque en tu seno albergaste un tesoro mayor que to– dos los que escondes bajo tu suelo: el cuerpo de Mi. Fre– der.ick D. Grab, muerto en la santidad bautismal, cuando su alma estaba radiante de la gracia y dones del Espíritu Santo. Impulsos me daban de no rezarle responso, porque el responso es símbolo de luto y tristeza, y no había lu– gar a tristeza ni a luto sobl'e aquel cuya alma, pura y santa por la ablución y gracia del bautismo, acababa de 270
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