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Solamente la charla sobre algunas verdades consola– doras de la Religión tenía para él atractivo, y en lo que conocí esto, se las procuraba, a fin de disipar los nuba– rrones de tristeza que le oprimían y de orientarle en el camino de la verdad que sinceramente buscaba. El era protestante anglicano. Me declaró que hacía tiempo había hecho algunos estudios sobre la religión Católica en un convento fran– ciscano de los Estados Unidos con ánimo de convertirse, pero que después, al observar la vida poco conforme con sus creencias que llevaban muchos católicos, se había en– friado en la conversión. Expúsele cómo la veracidad de una doctrina no puede estar supeditada a la práctica de sus afiliados y cómo el hombre razonable debe abrazar la verdad donde la encuentre sin que sea obstáculo el in– cumplimiento de los que dicen profesarla. El sexto día no llovió y se nos acabó la escasa pro– visión que habíamos podido hacer de agua. Los aviones nos atormentaban con el suplicio de Tántalo, pues era en verdad desesperante para nosotros el oírlos encima de nuestras cabezas, suponerlos cargados de provisiones, y nosotros debajo muriéndonos de hambre. Encendíamos fogatas que crepitaban izando banderas de humo ; pero al tropezar éstas con la bóveda de los árboles, se dividían formando delgadas columnas que subían al cielo como capitulando. Para }os pilotos nuestras señales pasaban inadvertidas. 2.-PADRE, QUIERO BAUTIZARME . Mr. Grab se iba agrabando por horas. Sus heridas, que al principio se le secaron casi por completo , volvie- 266
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