BCCCAP00000000000000000000745
go, pero siempre me horrorizó y pudo más la idea de que seres que profanan cadáveres humanos no merecen ir a estómago vivo, aunque se halle éste rabioso de ham– bre. Pero era cosa que traspasaba el alma de dolor con– templar a la fuerza el desganamiento que hacían sobre el cuerpo de un compañero. Cada un~ sentía en sí mis• mo los picotazos. 11,-BANQUETE DE i\lORROC-OY EN SU CARAPACHO. Puesto que me habían aliviado del trabajo de hervir el agua, quise tomarme otro que no nos era menos nece– sario a todos, y fue hacer un chocolate para meter algo caliente en el estómago. ¡Hacía ya cinco días que no probábamos cosa caliente ! Y aunque no salió bien hecho, pero ¡cuán sabroso lo hallamos todos! Con la rnción que les preparé esta noche y otra que les hice el día siguiente por la mañana, sexto de nuestra caída, se nos acabó la libra de chocolate. El día séptimo estábamos sin comida y sin agua, mas quiso la fortuna que, saliendo a buscar pomarosas , encontrara un morrocoy acurrucado debajo de un ár– bol caído en espera de la lluvia. Tendl'Ía un tamaño po– co mayor que la palma de mi mano. Es un galápago de color oscuro con cuadros amarillos en la parte superior del caparazón. Fui gozoso con mi hallazgo al campamen– to. Trituré la concha inferior a fuexza de martillazos -¡cuánto debió sufrir el pobre animal!-, descuarticé sus miembros y sin lavarlos, con toda la tierra y suciedad que tenían acumulada, los eché en la parte cóncava, pren– diendo fuego debajo. Impaciente miraba las horns que tardó en asarse . Al fi n, chaEqueando sin tardanz a la len- 262
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz