BCCCAP00000000000000000000745
-No, Mr. Perry, por favor, no se queje usted, que pronto se lo voy a servir -me apresuré a contestarle, dándome cuenta de su estado. El rudo golpe de la caída, a su edad -setenta y dos años-, habíale afectado profundamente todo el or– ganismo, y por grados venía recobrando el movimiento, las facultades sensitivas... Tratar ahora de despertarle las facultades mentales podda ser contraprnducentc, pues al darse cuenta de la catástrofe, de la miseria que nos l'Odeaba y de la exigua esperanza de salvación, quizá es– to abatiría su ánimo y le incapacitaría para resistir. Aca– so la ilusión de encontrarse en un hotel neoyorquino, que mantuvo hasta el fin, fue la que le salvó. 9.-AYUDA DEL CIELO. Dios aprieta, pero no ahoga; dice un adagio espa– ñol. ¡ Y cuán bien lo vimos cumplido en este hoITornso trance que voy historiando ! Llevábamos noventa y seis horas s.in probar una gota de agua. Habíamos resistido tal vez más de lo que comunmente se c1·ee es capaz de resistir el organismo humano, y eso en una región cáli– da, donde no estaríamos a menos de 33 grados clel cen– tígrado a ciertas horas del día ; baste decir que nadie usó manta o cobertor en la noche y sí muchas veces nos quejábamos del bochorno. Pero dudo mucho que hubié– ramos podido resistir un día más, y como el auxilio de los hombres no estaba cercano aún, Dios se sirv.ió enviar– nos un aguacern antes de mediodía que nos cayó ¡natu– ralmente! «como lluvia a tiempo en medio de la esta– ción seca)). El tamborileo de las gotas sobre las hojas de ár- 259
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz