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paredes, le embadurno la llaga, lo cual fue santo remedio. Luego, tomamos el desayuno, que fue otra media onza de chocolate crudo. No podíamos comer más, porque no pasaba con la sequía de la garganta. Recogí después algo de leña para hacer nueva hogue– ra, cada vez con mayor dificultad debido al agotamiento. Los aviones vinieron y regresaron en reiteradas incursio– nes durante el día, pero sin hacer caso de nosotros, a pe– sar de todos mis esfuerzos. 6.-SED DESESPERANTE. La sed nos devoraba, produciéndonos interiormente Un ardor que corría por todo el cuerpo como una exhala– ción de fuego abrasándonos las entrañas. Ya teníamos agrietados los labios; las glándulas salivares no seg1·e• gaban, y con dificultad podíamos deglutir, porque los músculos de la garganta o no obedecían o se quedaban pegados al juntarse. Yo deseaba zambullirme en un tan– que de cerveza bien espesa o de petróleo crudo; el agua me parecía poco; sentía la sed en todos los porns del cuerpo; me enfurecía; me desesperaba. El fenómeno de la sed es sin comparación más tor– turador que el del hambre. Aquélla causa una inquietud y desazón tal que acaba con uno en menos tiempo y en me• dio de horribles estertores. Esta produce ansia devoradora al principio; mas luego, al tercero o cuarto día, em– pieza a caer uno en un abatimiento y debilidad que le quita el ánimo hasta para luchar por la vida ; piérdese poco a poco la sensación, empezando por las extremida– des; le invade a uno la apatía, y se va quedando, que– dando.. . sin fuer.ta para desear, sin aliento para vivir. 256
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