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5.-TRINIDAD El 6 de junio de 1931 habíamos zarpado de Barce• lona, pasando el 8 por Cádiz, y a los diez días volvíamos a ver tierra, anclando en las costas de Trinidad, donde nos esperaba el excelentísimo señor Vicario Apostólico de la Misión del Caroní, a la cual íbamos destinados. No hubo tiempo que perder. Todos los requisitos es– taban perfectamente cumplidos, y así, sin poner pie en esta isla, a la que Colón dio el nombre de Trinidad para honrar e.i. misterio más augusto de nuestra Religión san– ta, nos trasladamos del regio buque a un pequeño vapor venezolano que hacía su ruta semanal entre Puerto Es– paña y Ciudad Bolívar. De este modo íbamos directos al campo de operaciones, y estábamos ya tan cerca de él que, si fuera de día, podrían contemplarlo nuestros ojos. La isla de Trinidad es consideraba como una de las Pequeñas Antillas, mas desde el punto de vista geológico no es sino un fragmento de la región venezolana, de la cual está desprendida en ciertos puntos por no más de quince kilómetros de agua ; y el camp CJ de nuestra Mi– sión es una gran franja en el extremo Oriente de Vene– zuela que, por el Norte, sólo ia separa de Trinidad la Boca de Serpientes. 6.---0RINOCO AR ltIBA De Puerto España zarpó el Delta --éste era el nom– bre del nuevo vapor en que nos embarcamos- al ama– necer del día 19, cruzando el golfo de Paria en dirección Suroeste, y horas después nos internábamos en V enezue– la por el más occidental de los múltiples caños que abre 18

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