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-No, yo no quiero tanto -dice M1·. Grab-. La mi– tad me basta. -A mí también -replica Marcano-, déme sólo la mitad. -;-Pero ¿qué "? ¿Creéis que no vamos a ser hallados hoy para que andéis con reservas? -Yo lo pongo en duda -respondió Marcano- . Los aviones tienen que ir volando a considerable altura en esta selva, y es difícil que distingan el humo si no es mucha la cantidad. Quizá fuera mejor un trapo blanco grande a modo de bandera en la copa de un árbol. Miro para arriba y, al ver la descomunal altura de aquellos gigantes -treinta y treinta y cinco metros--, me viene a la memoria la fábula de los ratones en conci– lio tratando de poner un cascabel al gato. ¿Quién escala aquellos árboles tan lisos? -Eso ni pensarlo, Marcano. Pensemos en el desayu– no, y lo demás se andará a su tiempo. Lina Vallés tampoco aceptó sino la mitad de lo que le ofrecía, y yo, por no ser más que ellos, aunque por hambre bien podía con toda la libra, me resigné a la media onza cruda, monda y lironda, que metí de un golpe en la boca diciendo: -Que no me haga daño este desayuno. Amén. Todos celebraron la ocurrencia, y eso pretendía yo , que al mal tiempo pusieran buena cara. 3.-NUEVA ESPERANZA . Después de esta refección me dediqué a recoger pa– los y brozas para la hoguera, lo que me costó enorme trabaj o, porque con los palos grandes tumbados po r el 250
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