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El piloto hizo un movimiento como para buscar otra posición. -¡Marcano ! -le grité. -¿ Qué? -respondió él entre dientes. - ¡Oh! -exclamé-. ¿Estás vivo? ¡Qué alegr ! a ¿ Có- mo te sientes? -Siento mucho dolor. -Por supuesto. En la frente, ¿no? -No; en la espalda. - ¡Ah, sí! Has estado toda la noche y el día ante- I"ior en la misma postura, sobre este blando colchón de tierra ... Pel'O, deja que, en lo que aclare el día, te aco– modaré mejor. Mr. Grab estaba dormido y no quise despertarle. Me acerco a la señora, que yacía en la hamaca, un tanto separada de nosotros, y le digo: -¡Buenos días, señora Lina ! ¿Durmió usted bien? -No he pegado el ojo, padre. Siento muchos dolores en la pierna y una sed ardorosa. Aparenté buen humor para restar importancia a lo que tanta tenía, y repliqué: -¿, Sed a estas horas, tan de mañana? ¡Es ilusión! ... Bueno; en lo que aclara más haré un chocolate exquisito para todos. Así les iba aplazando y dándoles buenas palabras, que era todo lo que podía darles. Hízose de día con la promesa de ser espléndido. A través de los intersticios que dejaban las ramas, como se?,deros de culebras, pude ver que el horizonte estaba sin nubes. «De seguro, con este tiempo, los aviones se habrán adelantado a la aurora para encaramarse al cielo y den– tro de pocos minutos los tendremos ya volando encima», 247
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