BCCCAP00000000000000000000745

Fue una ola monstruosa que arremetió contra la casca– rilla de mi espíritu en pleno Mediterráneo. ¿Iría a arro– jarme sobre las costas de Cádiz? De pronto surgió en mi recuerdo, a la manera de gi– gantesca muralla, la promesa del gran Padre de Fami– lias : «Todo el que dejare casa, padres, hermanos... por mi nombre, recibirá el cien doblado y alcanzará la vida eternal). La ola de pavor se estrelló contra ese rompien– te, y una tranquilidad animosa llenó de esperanzas la cascarilla de mi espíritu. « ¡El cien doblado ! J) ¿ Cuál iba a ser ese cien dobla– do? Los hijos de la selva, los desconocidos de la civili– zación, los aherrojados en la cárcel de la ignorancia, los oprimidos por la incultura y azotados por la carestía ... Esos iban a ser mis nuevos padres y hermanos muy que– ridos. Entre ellos iba a distribuir con amor el pan de la gracia y del bien que ardientemente deseaban --et non erat qui frangeret eis-. Es una satisfacción muy ín– tima e inefable prodigar las ternuras de la gracia y del bien a los pobres espíritus hambrientos que carecen de este pan . . Engolfado en tales pensamientos me eché a caminar por los pasillos del barco. Caras tristes y taciturnas en– contré en la primera vuelta ; luego, fue asomando ya al– guna sonrisa ; más tarde, saludos corteses, detenidas con– versaciones y, finalmente, llegó el momento del trato fa– miliar con todos, como si todos los tripulantes fuéramos una sola familia. Esto y la bonanza del mar, y el consuelo que me die– :iron de poder celebrar todos los días el santo sacrificio de la Misa, dio por resultado una travesía tan feliz como no la imaginaba. 17

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz