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o menos sobre el lugar en que ahora nos encontramos? -Exactamente no · lo puedo indicar, porque, como sabes, veníamos volando por encima de las nubes sin visi• bilidad alguna de suelo. Mas por la trayectoria Norte que desde la Gran Sabana traíamos y por la distancia a que nos quedaba la montaña del Budare en dirección Oeste, me parece que hemos caído al Poniente del río Cuyuní. De esto estoy seguro. Lo que no puedo asegurar es si he– mos pasado o no el Chikanán, afluente del Cuyuní por el Oeste, ni cuál de los dos ríos nos quedará más cerca. De manera que la mayor probabilidad, y casi me atrevo a de– cir seguridad, de encontrar río es caminando hacia el Este, pues el Cuyuní baja por ese lado de Sur a Norte, y, como por ese río trafican con frecuencia lanchas que suben has– ta las minas de Morajuana y Carabobo, pronto tendríamos el auxilio a mano. Pero no puedo precisar si dicho l'Ío se encuentra a dos o tres días de jornada, porque la selva es muy espesa y no tenemos machete con que abrir paso. Así que lo primero y más esencial es buscar una quebrada en estas cercanías para abastecernos de agua ; luego se andará lo demás. Les entregué una brújula que portaba siempre en mi bolsillo para que se orientaran mejoi-, y salieron los tres: Salazar, Fuenmayor y Mendoza, en busca de agua. Mientras tanto, yo me puse a atendei- a los heridos. Marcano y Mr. Grab yacían acostados en el suelo a la intemperie. Aunque estábamos en la estación más seca del año, un aguacero podría p1·esentarse en cualquier momento; por tanto, había que buscar o hacer un refu– gio. La cabina del avión estaba de todo en todo inservi– ble; los barrotes, apabullados y retorcillos; la tela, hecha jirones de arriba abajo y de adelante atrás. Un ala era lo que ofrecía aspecto regular, la cual estaba enteramente

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