BCCCAP00000000000000000000745
-Yo también la conozco -dijo Salazal'-, aunque no precisamente este sitio; pero he andado mucho tiem– po por ahí metido en las minas. -Sería bueno -repuse- que tuviéramos alguna esco– peta para disparar de cuando en cuando, a fin de que no os extraviéis. -Yo metí dos al embarcarme en el avión -coníestó Salazar. Nos echamos a buscarlas por los escombros, y apare• cieron en perfecto uso. En su maleta tenía él un pertre– cho de cuarenta cartuchos, que también se habían salvado de la catástrofe. -Bien -dije entonces-. Vosotros lleváis una y yo me quedo con la otra. Cada cuarto de hora dispararé yo un tiro para que os orientéis sobl'e el lugal' en que quedamos, y vosotros contestaréis para saber yo que no estáis perdidos. Mas, a la hora, hayáis encontrado agua o no, os volvéis para ver qué resolvemos. -Convenido -repuso Salazar-. Y por si acaso no podemos regresar antes, ¿ no sel'Ía bueno llevar algo de comida? -¿ Y dónde la hay? -repliqué. Registramos maletas, revolvimos papeles y bultos .. . Todo lo que apareció de comestible fue un pequeño lío con dos libras de chocolate, dirigido a las Hermanas Franciscanas de la Misión de Luepa, que no se entregó porque el avión, según dije arriba, no pudo ater rizar en dicho campo. Nos adueñamos de ello con beneplácito del hambre y cogiendo una libra los expedicionarios, :me que. dé con otra para los enfermos y para mí. -Padre -dijo a esto el copiloto Mendoza, que iba a agregarse a la e~pedición-, usted que ha caminado vanas veces por esta selva, ¿ no podría orientarnos más 240
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz