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tablas y barrotes. Tenía heridas y fuertes contusiones y alguna conmoción en la cabeza, pues apenas aceitaba a hablar. Pero estaba en su conocimiento. Sigo escarbando y, mientras yo saco por un lado a Mr. Grab, Salazar y Fuenmayo1· sacan por otro a Lina Vallés; ésta, con una luxación completa del fémur iz– quierdo ; aquél, con varias quemaduras en las rodillas y pies ; al romperse el tanque, le había saltado aceite hir– viendo. Coloco a M:r. Grab en el suelo junto a Marcano, y Salazar cuelga una hamaca en los árboles, colocando en ella a Lina Vallés. Ya no se oían gemidos entre los escombros, pero fal– taban aún dos pasajeros: Mi. William Armstrong Perry y Alfonso Duque. ¿Serían ésas las víctimas?... -- ¡Duque! ¡Mr. Perry !... Removemos troncos -el avión había tronchado en la caída seis árboles e infinidad de ramas, porque en aquel enmarañaje un árbol que cae tumba tres o cuatro. Pene– tra Salazar por entre los b arrotes y los encuentra yertos junto a la máquina, fuertemente enlazados uno a otro por cabillas de hierro. -¡Son cadáveres! --dije. El corazón, que me latía fuertemente por el esfuerzo 1:ealizado, casi se me paraliza. Un escalofrío sacudió to– dos mis nervios. Entonces comprendí, con mayor preci– sión, el horror de que milagrosamente había escapado. 6.-EN LAS FAUCES DE LA MUERTE. ¿Pero no era casi tan horrorosa la situación en que los supervivientes quedábamos? Si ellos habían muerto, nosotros estábamos en las fauces de la muerte. Si ellos ha– bían sucumbido, nosotros estábamos a punto de sucum- 237
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