BCCCAP00000000000000000000745
No veía a r.adie; pero había seres vivos dentro de los escombros. Por los huecos que dejaba libre el entre– vero de los hierros y madera salían suspiros angustiosos de dolor, de ansiedad por escapar a una situación de– primente. --¡Marcano! ¡Mendoza ! ¡Salazar !.. . ¡Eh! ¿ Quién • ? vive. Nadie responde, pero sigo oyendo agudos estertores. Remuevo troncos, separo maleza y me adentro hacia el lugar de donde salían esos estertores. Meto la mano, palgo algo como carne húmeda, y la saco teñida en san– gre. Escarbo más meto las dos manos; tiro y tiro hasta que meo un cuerpo inerte, pero vivo. Lo reconozco ; era el piloto Marcano con la cara hecha un cuajo de sangre. No se le veía el rostro. - ¡Marcano ! ¡Marcano ! Le sacudo ... ¡Nada! No me oye. Le doy la absolu– ción. Busco un trapo para limpiarle y lo encuentro en una maleta que, disparada, había ido a parar cinco metros fue– ra de los escombros. ¡Estaba sucio!. .. ¿ Qué importa? ¡Así mismo, porque no hay agua para lavarlo ! Le lim– pio la cara y veo que tiene la frente rota. Cojo otro trapo y le envuelvo la cabeza para contener la hemorragia. Le coloco en el suelo bajo un árbol y me voy en auxilio de otros. Al volver, me encuentro con Salazar y Fuenmayor, que en ese ínterin habían salido de la tumba por sí mis– mos; uno, con la clavícula fracturada y varias contusio– nes; el otro, con dos dedos magullados y algunas heridas. - ¡ Aquí, aquí hay otro que gime; ayudadme a sa– carlo! Levanto un ala del avión y abrimos espacio para que saliera Mendoza, el copiloto, que estaba aprisionado por 236
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz