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y me despertó la conmoción de una sacudida violenta contra el suelo. ¡Estoy salvo!, fue la pl'Ímera idea que vino a m1 mente al despertar de aquel letargo de un Eegundo y te– ner conciencia de que existía. Mas, ¿ dónde y cómo estoy'? En lo que abrí los ojos, vi tierra bajo mi cabeza pero no llegaba a ella. Me ha– llaba colgado de algo, en posición invertida. Momentos después fui apercibiéndome de las cosas como se apercibe el que es anojado violentamente en un cuarto oscuro donde entrn cierta luz por las rendijas. Reconocí el aparato, clavado en el suelo en posición vertical, hecho una masa informe, asaetado por troncos y ramas. Yo pendía de él cabeza abajo, a dos metros y me– dio del suelo, como un simio del árbol cuando hace gra– ciosas y ágiles piruetas. No tuve valor para celebrar mi gracia. Extendí la mano, logrando asirme a uno de los barrotes del avión, y, merced a esto, llegar hasta la ca– billa retorcida que me sujetaba el pie derecho por su misma garganta. Pude soltarlo, aunque me costó trnbajo; pero no tenía herida ni allí ni en parte alguna del cuerpo. 5.-¿LAS VICTIMAS? Descendí por los escombros del aparato deshecho, y, una vez en tierra, me di cuenta de la horrorosa y triste realidad. ¿ Por qué no había muerto en la caída?... Ya estaba resignado a ello desde que supe que el accidente era inevitable. Me hallaba ante el avión, mudo y estático, como un náufrago en solitaria isla ante las cuadernas del buque destrozado por un ciclón. 234

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