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-Bueno; no está full, porque algo se ha gastado en el trayecto. Pero llegaremos a Tumeremo y sobrará un, margen de veinte minutos... Nos faltaban cincuenta para llegar a Tumeremo. El pájaro volaba... volaba... Atravesó la sierra... Entró en la tupida selva (aunque no la veía, me daba perfecta cuenta) ... 3,-jAMARRENSE LOS CINTURONES! Inesperadamente se produjo una intermitencia en el motor. Luego, un agobiante resoplido, como la inhala– ción de un toro que, desangrándose por la herida, aspira fuerte y pausadamente con pl'Ofundos gorgoteos. A ello siguió un coletazo del ícaro con descenso rápido que pro– dujo en mí una sensación harto desagradable, como si el estómago subiera a la boca. Fu'e ello ocasionado por la falta de combustible en el tanque de alimentación, de lo cual no pudo darse cuenta anticipadamente el piloto, porque el tanque era adicional y no llevaba marcador. ¿Rotura?... ¿Filtraciones!... ¡Lo cierto era que nos ha– llábamos sin gasolina a 2.500 metros de altura y a 120 kilómetros de la próxima base! El piloto no perdió el control. Agarró los comandos y detuvo al pájaro inerte en su vertiginoso descenso, · lo– grando estabilizarlo. Se acuerda de que aún quedaban algunos reBiduos en otro tanque, y abre la conducción pa– ra quemar hasta el último cartucho. Vuelve a oírse el ronquido monótono y continuado de la máquina. El piloto dirige a los pasajeros una mira– da alentadora y ordena: -- ¡Amárrense los cinturones! ¡No tengan miedo! Estos aprietan la correa, sujetando firmemente sus 231
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