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9.-¿DONDE LE PICO? Pasé la noche, y por la mañana como me encontraba– ha más cerca de la Misión de Luepa que de la mfa, me encaminé hacia ella. Atravesamos el río Apanhuao, y co– rría que daba gusto con mis pies descalzos por el alfom– brado y anchuroso valle, adelantándome a los indios que me acompañaban. En esto, siento que piso una cosa blan– da, e instintivamente doy un brinco como no lo haría creo el mej or acróbata. Sigo corriendo un trecho; me paro¡ vuelvo la vista atrás ... , ¿qué era? Mis indios, que venían a la zaga, hieráticos, del color de una pared de estuco, me preguntaban: -¿Dónde le picó? -¿Qué? ¿Quién? ¿Cuál? -dije aturd.iclo. -La culebra. -No sé; nada he sentido. Suelta uno el guayare, busca despacio por entre la hierba, halla el bicho y le asesta un golpe de vara certero. ¡Cayó el animal! Era una serpiente cascabel enol'me, de seis anillos o maracas. Al parecer estaba desprevenida ; mas, en lo que se sintió hollada, se irguió hacia mí, y los indios juraban que me había alcanzado. Afortunada– mente no fue así; de lo contrario, no pudiera contar hoy la hazaña. A los cuatro días, después de visitar a los indios de Chipuemotá, Uadampatá y Kamuarán, llegué a la Misión de Luepa, donde descansé tres días, cambiando impresio– nes con mis h ermanos misioneros. El quinto día salí para Santa Elena, visitando de pa– so a los indios de Arautamerú, Mapaurí, Apiyaikupué y Uarak. Al llegar al sexto día a mi nido misional, ¡oh, asombro!, encuentro sentado a la puerta de él al indio

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