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que daba con la vara en el suelo iban marcando la fre– cuencia de compás, a la que debían ajustarse el tambor, las tl'Ompetas y las voces. Llegada la hora -las siete más o menos de la tar– de, que allí ya es oscurecido-, ordenóse la fila de dan– zantes en la parte exterior del rancho, colocando cada uno su mano izquierda sobre el hombro del vecino, teniendo el uayí con la derecha. Dieron varias vueltas alrededor del rancho cantando un cántico en allegro vivo, macado y re– suelto, de espíritu selvático, que empieza llamando al in– dio para que deje su trabajo y se asocie a la danza: Ueneyé, ueneyé, ueneyenamá. He-he, he-he, he-he. Trabajador, trabajador, no trabajes más. He-he, he-he, he-he. y sigue con varias estrofas, que todas son una evocación de los peces, animales y aves que desean tener como man– jar predilecto de la fiesta. Entraron después en el rancho y, formando círculo cerrado, empezaron a dar vueltas alrededor de la canoa de kachirí que había en el centro, al ritmo de un canto más pausado, cuya letra aludía a nuestra venida de las márgenes del Caroní: l-Kal'oní tauá ke aramenka painó. Con tierra del Caroní debemos pintarnos. Cuando se cansaron de entonar esta letra, que repi, tieron más de cien veces, sustituyéronla por otra alusiva a los animales cazados durante la excursión con la agili– dad y puntería con que la garza clava su pico, en forma de flecha, sobre los peces del río: 220
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