BCCCAP00000000000000000000745

que afianzó esta unión fue, indiscutiblemente·, la acción misionera. Y sin dar la menor con– cesión al exclusivismo, hay que reconocer que esa acción misionera, por lo que /de manera especial a Venezuela se refiere, era también franciscana y española. La clara inteligencia y el noble afán de-l gran hispanista Alfonso Junco, desde Méjico lo reconoce así: "Lo que da ne,rvio y profun,– didad al heroísmo de aquellos grandes indi– genistas es puntualmente lo que tienen de hispanos, lo que tienen de cristianos. La mera inspiración indígena sería importante para esos frutos. Necesitábase precisamente la ins– piración hispánica, la aportación providencial de la cultura y la religión que España trajo y consustanció en nuestra vida. Nadie es, pues, mejor indigenista que un buen hispanista. Quien desdeña o repudia lo hispano-católico, podrá ser un selecto explorar dor del indígena como curiosidad; nunca un entrañable amador del indígena como hom– bre." Y en este indigenismo de amor entrañable a los indios como hombres y como hijos de Dios, tú fuiste, PADRE BALTASAR, un gran ade– lantado. Cuando llegó hasta mí la noticia de tu partida definitiva de entre nosotros, me en– contraba en los escenarios venezolanos de tu epopeya misional. Aquella tierra donde habi– taban los hermanos indios Pemón que tú amaste hasta más allá de la muerte. El comunicado de tu fallecimiento hizo aflo– rar en muchas almas la veneración del re– cuerdo y el elogio a tu persona. Los indios, tenaces de memoria para los que bien les hi– cieron, por iniciativa de otro grande en el

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz