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PEREGRINO DEL ABSOLUTO En el origen del caminar del hombre hay siempre una lla– mada. Pero detrás de la llamada está también siempre un Dios personal. Y no se trata de encontrarse con la sorpresa de que Dios existe; no. Los que hemos nacido en una cultura cristiana lo hemos ido asimilando, poco a poco, en la escuela, en la catequesis y, tal vez, en la misma familia. Pero no se trata de eso. Lo que quiero decir es que hay momentos en que ese Dios cultural que nos acompaña en silencio y sin entrometerse en nuestras vidas se hace vivamente presente cuestionandonos nuestro propio existir. Algo de eso le pasó a Francisco. Criado en una sociedad de cristiandad, había integrado su concepto de Dios con toda na– turalidad. Para él Dios era evidente. Pero llegó un momento en que ese Dios sociológico y mudo le habló en lo más profundo de sí mismo. La experiencia que describen los biógrafos como el sueño de Espoleto debió trastocar de tal modo su vida que, en adelante, ya no sabrá vivir si no es para ese Dios. 3

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