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3.- FRANCISCO, JUGLAR Y llTURGO DE DIOS Pero si para Francisco, hasta cierto punto, era evidente esta experiencia religiosa por realizarse dentro de un marco sacral como era la sociedad del medioevo, para nosotros ya no lo es tanto. Nuestra cultura ha ido emigrando hacia unos espacios en los que Dios ya no constituye la clave de interpretación de la realidad, ni siquiera la interior del hombre. Más aún, se acusa a la creencia en Dios de haber mantenido al hombre en un estado de sumisión e in– fantilismo que le ha impedido desarrollar todo su potencial huma– no. Para salvar al hombre había que matar a Dios; y eso es lo que ha pretendido la actual sociedad occidental. Esta sociedad postmoderna, y cada vez más secular, nos está planteando el reto de la autodeterminación o autorrealización humana, consistente en afirmar, no sólo con las ideas sino también con los hechos, que el hombre no necesita referencia alguna para saberse y realizarse; es decir, que el hombre es la medida de todas las cosas. Si este planteamiento trastorna nuestro sistema de cre– encias sobre Dios, sin embargo también le confiere una dimensión que hasta ahora se nos hacía difícil de percibir: Dios como ser gra– tuito que no se interfiere en el desarrollo natural de los aconteci– mientos si no es a través de la libre decisión de los hombres, sobre todo de aquellos que con su conducta ética o creyente aceleran la venida del Reino. lO
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