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LA SANTA MADRE IGLESIA Hoy la Iglesia institucional está bastante mal vista; es de– cir,que no se lleva el "ser hombre de Iglesia". Identificada casi en exclusiva con la jerarquía, continuamente la están aireando los trapos sucios de su historia para desacreditarla como institución y recordarle que ya han cumplido su papel en la sociedad y, por tan– to, debe retirarse al ámbito de los privado. Tampoco es que vayamos a defender a la Iglesia de "toda mancha original". Como institución humana que es ha tenido sus fallos y los sigue teniendo, hay que reconocerlo; pero también hay que aceptar que es el único ámbito donde podemos encontrarnos con ese Dios manifestado en Jesús que ilumina de sentido nuestra vida sin caer en la trampa de la subjetividad. Al ser una comuni– dad de fe podemos ayudarnos mutuamente a verificar la objetivi– dad del Dios que se nos revela y de nuestra respuesta orante a esa presencia. Sin embargo esta actitud de sospecha hacia la Iglesia no es nueva del todo. Aunque sin proporciones que alcanza actualmente, ya en el siglo XII hubo grupos de cristianos que, ante la disyuntiva de vivir su fe según las exigencias doctrinales de la Iglesia o ser fieles a su visión personal del Evangelio, optaron por lo segundo y se desligaron de la institución eclesial. 3

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